Como ahora todos los niños están como locos con la película Frozen, decidió hacer el cumpleaños con esa temática y me pidió que le hiciera algo para los personajes de la película pero de forma que cada uno de los niños tuviera su propia tarta: una de niño y otra de niña. Así estuvimos mirando muñecos de plástico, modelados en fondant... Al final optamos por algo sencillo y más económico: siluetas en papel de azúcar. Yo sólo lo había usado una vez antes para la tarta en forma de queso y tuve que pedir consejo a la gran Fedra de La galleta prometida (¡qué sería de mí sin su paciencia, conocimientos y alegría!) Imaginaos lo buena persona que es que me aconsejo no comprar dos obleas "por si acaso" (eso es honradez) y además me falló una cosa en el archivo y me dejó modificarlo allí sobre la marcha. De verdad, si no conocéis su tienda ni sus cursos, os los recomiendo 100%, sólo por el trato y lo a gusto que se siente uno allí, ¡merece la pena!
Otra cosa que probé por primera vez a hacer fue la brillantina comestible. Reconozco que siempre he sido reticente a usarla porque más que comestible dicen que es "no tóxica", pero la verdad es que para la temática de la tarta y los acabados blancos y pulidos, el toque de luz y anacarado que aporta me gustó mucho. Os dejo una foto del detalle para que os hagáis una idea:
Las tartas iban unidas por un puente-escalera "de hielo" como el del Palacio de Elsa, pero la mala suerte quiso que tras casi 48 horas secándose, el torbellino de mi hijo pequeño le diera un golpe a la mesa y los libros que lo sujetaban en equilibrio se separaran y se calló. Casi me pongo a llorar... No tenía solución, después de tanto esfuerzo... La próxima vez hago una de más, por si acaso.
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